Quiero mucho a mis gatas, pero a veces son un dolor de cabeza. Almendra, dentro de todo, no dá muchos problemas: a veces es demasiado mimosa y tiende a seguir a la gente hasta el baño (a mis amigos les digo cuando vienen de visita: cerra bien la puerta) pero es temerosa y docil y en cuanto le pego un grito corre a esconderse y no molesta por un buen rato. El tema es la otra. Salomé es dulce y curiosa y compra a todos los invitados poniendose en dos patitas para que le hagan caricias. Hasta ahi todo bien. También es una loca hiperactiva y obsesiva empeñada en destruir todo lo que encuentra a su paso. El gran problema, como sabra cualquier dueño de gatos, son nuestras cortinas, especialmente la del escritorio donde suelo encerrarme a usar la computadora, corregir o estudiar (si si, en ese orden).
Para colmo, como tiene esos ojos de Gato con Botas de Shrek, es imposible enojarse con ella. Ahi tienen evidencia fotografica, por si no me creen:
En fin. La unica persona aparentemente inmune al encanto de los pobres animalitos es mi madre, que suspira por los dias en los que la casa estaba tan silenciosa y vacia que parecia un mausoleo, y no habia pelos de gato por todos lados. Las discusiones hogareñas al respecto ya se me antojan ciclicas, o incluso autoparodicas. Siempre empiezan conmigo, resignada, diciendole a mi madre mientras lee el diario en el living:
«Otra vez Salomé. No la puedo hacer entrar al escritorio. Esta destrozando las cortinas de nuevo. No se quiere bajar.»
«Si ya sabes que no la podes hacer entrar.»
«Si bueno, anda a concentrarte cuando te gimen, te lloran y te arañan la puerta. Ya fue, el sabado a la mañana cuando limpie la biblioteca a fondo (tarea titanica que no emprendo tan seguido como deberia) bajo las cortinas y problema resuelto.»
En este momento, mi madre, el ser más apasible y menos conflictivo del mundo, se transforma en el Increible Hulk, versión ama de casa:
«COMO VAS A BAJAR LAS CORTINAS NI SE TE OCURRA, SI ASI COMO ESTAN NO RESISTEN NI UN LAVADO MÁS.»
«Bueno. Ya sé que estan viejitas. Se tiran y ya fue. Total, me molestan, tapan la poca luz que entra al ambiente, siempre las estoy corriendo cuando quiero sentarme en el escritorio.»
«COMO VAMOS A ESTAR SIN CORTINAS ESTO ES UN DESASTRE ESTO NO TIENE NOMBRE QUE VA A DECIR LA GENTE NO SI ACA NO PUEDE VENIR NADIE MIRA COMO ESTA ESTO SE ME CAE LA CARA DE LA VERGUENZA EL ESTADO DE ESTA CASA»
«Eh… el escritorio lo uso yo para trabajar, no para recibir visitas. ¿Y en que te afecta? Es como mi pieza, solo la uso yo…»
«PERO SI ME ESTAN DESTROZANDO LA CASA ESTOS ANIMALES Y YO CUANDO ME QUEJO ME QUERES DECIR CUANDO ME QUEJO???»
… «siempre te quejas» queria decirle, pero no quise hecharle más fuego a la histeria materna y su extraña fijación con las cortinas. Cortinas que son, de hecho, bastante feas, y no cumplen ningun proposito además, pero bueno. De momento, estoy tipeando esto en la penumbra mientras cae la tarde. Las cortinas siguen en su lugar, pero a puerta cerrada, sin gatas ni madre, se puede estar. Me son indiferentes las cortinas pero que gran invento las puertas, ¿no?
never seems to make much sense 